(Conclusiones basadas en el estudio desarrollado por IEMAKAIE en el contexto del programa “Prevención de la violencia sobre mujeres en contexto de prostitución, en entornos 2.0” financiado con cargo a la asignación tributaria del 0,7% del IRPF en el ámbito de las competencias de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía. Convocatoria 2019).
La mayoría de la población tendemos a observar la prostitución desde una perspectiva casi externa, analizando aspectos como la moral, la higiene, el comercio o la esclavitud que suponen.
Sin embargo existen personas que perciben otra realidad. En las redes sociales y en multitud de foros, los clientes de prostitutas intercambian mensajes sobre sus experiencias y a menudo, ellas mismas intervienen en las conversaciones.
Sorprendentemente algunas de estas páginas acumulan miles de visitas y cientos de mensajes. Es una realidad que bulle, a la sombra de la sociedad biempensante.
Mientras que algunos vivíamos con pavor los meses de confinamiento, los individuos de esta realidad paralela aprovechaban la coyuntura para dar una vuelta más a la tuerca de la explotación, a sabiendas que con los prostíbulos cerrados y la población confinada, las mujeres más vulnerables eran las que permanecían dispuestas y a estas, era más fácil regatear unos euros.
No contentos con su miseria interior, se empeñaban en hacer patente esta situación, alardeando de la misma a través de los foros de puteros que abundan en España.
Como sociedad civil organizada que somos, no podemos permitirnos mirar hacia otro lado y consentir este tipo de violencia contra personas francamente vulnerable.
Tan miserable es que un menor insulte a una compañera de clase, como que un adulto con dinero, crea que puede tratar como mercancía la carne que compra en los mercados del sexo en España, amparado en una falsa relación comercial, que solo deja patente la necesidad de acabar con el sistema patriarcal y heterosexista.