Autora: Alisson Salazar Estrella. Educadora Social de la Asociación IEMAKAIE.

Sin lugar a duda, la prostitución es uno de los fenómenos que muestran y evidencian los diversos tipos de violencia y de abuso sexual que sufren muchas mujeres sometidas a relaciones asimétricas de poder y a continuas explotaciones.

Las mujeres prostituidas están intrínsecamente vinculadas a la violencia por parte del género masculino. Esta se manifiesta de forma explícita en la violencia física, acompañada de una constante violencia psicológica que se da en forma de promesas, engaños, miedo, etc.

Otro de los maltratos que dejan huella en la vida de las mujeres prostituidas  se encuentra en la esfera emocional, se manifiesta a través de devaluaciones verbales, a través de burlas, menosprecios, insultos; conductas amenazadoras a través de objetos como palos, cinturones, que muestran la forma de dañar profundamente a la mujer. Con el poder se obliga, con la dominación se convence a la víctima.

Además, la falta de relaciones sociales y de redes de apoyo implica que las mujeres muestren un grado de vulnerabilidad provocando al mismo tiempo una ruptura de su identidad natural.

Las mujeres prostituidas sufren un proceso de anulación de su persona, en este nuevo contexto deben crear otra identidad con la que hacer frente a lo que están viviendo; eligen un nuevo nombre, mayormente cambian constantemente de residencia, suelen modificar información sobre su vida personal. En definitiva, construyen una coraza que choca con su identidad real y provoca un desequilibrio emocional que se alimenta por la falta de personalidad y el miedo al sexo opuesto. Así pues, existe una interrelación entre violencia, prostitución e identidad.

ANESVAD, ha puesto de relieve las consecuencias que tiene la prostitución para las personas que se encuentran atrapadas por dicha situación, y de manera muy especial las secuelas físicas y psíquicas que se producen para las mismas. En este caso el término “prostitución” se debe hacer extensivo a la explotación sexual sea cual sea su forma, y a cualquier manifestación de abuso sobre las personas, que finalmente se materializa en el sufrimiento derivado siempre del maltrato y de la esclavitud.

Para Amalia Valcárcel la prostitución no es una industria sexual, pues recalca que las industrias producen bienes y esto es un negocio criminal. A la prostitución, la hace posible el dinero, es decir está presente un diferencial de dominación y poder, por lo que no existiría si no se pagar, dando lugar a mostrar como el verdadero oficio más antiguo del mundo ha sido el de ser proxeneta y se lanza una razón más que significativa para señalar al patriarcado como pacto entre varones que se inscribe en el cuerpo de las mujeres.