Ocho meses después de declararse la pandemia, las mujeres en situación de prostitución se sienten desamparadas y sin recursos. Han sido las olvidadas durante los meses de confinamiento; la falta de redes de apoyo familiares y sociales y el desconocimiento de sus derechos hacen que presenten un alto grado de aislamiento social.

Aunque la mayoría de mujeres prostituidas proceden de países hispanohablantes, existen otras que apenas dominan el lenguaje. Pese a esta ventaja que supone el idioma para conocer los recursos disponibles, apenas un porcentaje muy bajo es consciente de ello por lo que muchas no disponen de tarjeta sanitaria, ni siquiera saben que tienen derecho a la asistencia médica.

Ahora que se ha reiniciado la actividad temen la vuelta a un nuevo confinamiento. Comentan que ha sido muy difícil adaptarse a esta nueva situación. Ha disminuido el número de clientes y por lo tanto su única fuente de ingresos. Pese a ello, apenas hay descanso pues tienen que estar pendientes al teléfono y a las diversas páginas web por las que las anuncian, como si de objetos se trataran, teniendo que aceptar “pases” a cualquier hora del día.

También se observa un elevado número de mujeres hacinadas en pisos de escasos metros cuadrados, lo cual se debe a que quienes ejercían la actividad en los diferentes clubs de la ciudad  tengan que hacerlo de forma clandestina, en condiciones miserables a las que se las obliga estar sometidas por un sustento para vivir. ¿Pero realmente esto es vida?

Así pues, presento este nuevo escenario, aún más desolador, caracterizado por un aumento de la situación de pobreza pues sin esta actividad  no tienen recursos, no pueden acceder a paro ni a otras ayudas lo que conlleva a que se enfrente y acepten prácticas sexuales de riesgo  y como no, se ven  expuestas ante la transmisión del virus, porque ante la necesidad económica no se piensa en el COVID.

Finalmente, las entidades han tenido que cesar su actividad de acercamiento e intervención en los espacios en los que las mujeres se encuentran (clubes, pisos o calle) pero se han buscado otras alternativas para mantener la comunicación con las mujeres.